Corté el césped
del jardín, arreglé todo el fondo –todo no, me quedaron unas mudas para trasplantar
pero me cansé. Apenas terminé, serían casi las dos de la tarde, se largó una
lluvia con viento huracanado, tipo temporal. A las cinco ya había salido el sol
de nuevo. Por suerte pude arreglarlo antes de que lloviera.
Nos quedamos
en casa, comimos brótola a la manteca negra y alcaparras con papas achatadas,
una exquisita tarta de banana y especias, champagne y vino.
Escuchamos
los fuegos artificiales y vimos explotar las luces en el cielo. Muchos, muchos
fuegos. No pude dejar de pensar cuánta plata se habrá gastado en los fuegos, en
Montevideo, en el mundo.
Hasta el año que viene.
Hasta el año que viene.