Leí mucho. Hablé
con Gaby por Skype. Fui a filosofía.
“Toda pregnancia de uno mismo se gesta en el relacionamiento con el otro.” J.L. Brea

- Teresa Puppo
- La estructura del proyecto se basa en la idea de la autobiografía. Un archivo de eventos fugaces y efímeros, actos cotidianos, relaciones que se forman a partir de fotografías y textos. El individuo necesita el reconocimiento de su diferencia frente a la intención masificadora de la sociedad contemporánea, y es conciente de su existencia a partir de la relación con su entorno, con la comunidad de la que forma parte. La interioridad, la privacidad y la intimidad se exponen en el espacio de lo público. El autorretrato se forma a partir de mi relación con el otro, partiendo de la base de que mi identidad se construye interactuando con ese otro y con la esfera de lo social. La obra, siempre en proceso, se convierte en un work in progress, en una obra abierta e inacabada, que se continuará creando con la acumulación de registros y comentarios de los distintos sujetos de las comunidades de Internet.
viernes, 28 de noviembre de 2014
26 de noviembre de 2014, miércoles.
No sé como
hice, porque me había acostado tarde y estaba muerta de cansada, pero me levanté igual y me fui al fac, a
la última clase del año.
25 de noviembre de 2014, martes.
Filosofía e
inauguración de Pity Mascaró en la colección Engelman-Ost. Le escribí un texto,
pusieron un párrafo como cartelería de sala. El texto va para el suplemento
cultural de El País, creo. Estuvo muy lindo, mucha gente. Fuimos a Tasende.
Caro e Ichi me trajeron hasta casa.
Acá está el texto:
Acá está el texto:
Feminilencia
María Mascaró
Inauguración: 25 de noviembre, Día Internacional para la
Eliminación de la Violencia contra la Mujer. La fecha marca el brutal
asesinato en 1960 de las tres hermanas Mirabal, activistas políticas de la
República Dominicana, que fueron torturadas y brutalmente asesinadas por la
policía secreta del dictador Rafael Trujillo.
Atrás de la alusión al incendio de la Fábrica de
camisas en USA, donde murieron más de 140 trabajadores, en su mayoría
mujeres, que no pudieron salir del
edificio en llamas porque, según una práctica común para evitar y reprimir
movimientos obreros, estaban cerradas las puertas de las escaleras y de las salidas; atrás del recuerdo de Amanat, la estudiante
de 23 años que falleció luego de una dolorosa agonía a raíz de las
lesiones provocadas por la violación de
un grupo de hombres en la India; atrás de todos los ejemplos de mujeres violentadas
física y moralmente, están todas las otras mujeres desconocidas, masacradas,
violadas, golpeadas con sadismo de diversas formas, cuerpos muchas veces
quemados y mutilados. También están las sutiles formas de violencia como la
discriminación y segregación, que se podría considerar como apartheid, del
acoso psicológico a través de amenazas, humillaciones, vejaciones, aislamiento,
la culpabilización o limitación de libertad, el acoso callejero, el laboral, y
el acoso y la violencia en las redes sociales, que se ha convertido en una
herramienta más de control.
La instalación “Mujeres”, compuesta
por 146 camisas que la artista buscó en un proceso largo y minucioso de
selección, se exhiben dobladas, con los botones prendidos y los alfileres,
quemadas y luego embolsadas prolijamente dentro de la bolsa de nylon, nos transmite un cuidado extremo y paciente,
la intención de rehacer a esas mujeres, de preservarlas y protegerlas con sus
marcas y cicatrices, nos habla de una curación simbólica, de un proceso de
sanación, en definitiva, de resilencia.
Los dibujos con tiza en la pared
que representan utensilios de cocina rodeados de alambres de púas nos recuerdan
de la terrible cifra que muestra que el 74 % de los homicidios a mujeres
son a causa de violencia doméstica. Según un estudio mundial de la OMS
realizado en 2013, el 35 por ciento de las mujeres de todo el mundo ha sufrido
violencia física y/o sexual. Una violencia histórica. La violación es una
relación de dominación que forma parte del mandato patriarcal y heterosexual, y
divide la humanidad entre dominadores y dominados, opresores y oprimidos.
La violencia de género es un tema
que destruye y agrede a todo el entramado social. Una y otra vez escuchamos
casos de violaciones a mujeres, violaciones que toman un cariz sádico,
terriblemente agresivo. En Latinoamérica, en Asia, en África… en los países del
Tercer Mundo (¿en vías de desarrollo?). La impunidad es norma. La Oficina
Nacional de Registro de Crímenes reveló que a pesar de que cada 20 minutos una mujer
es violada en India, solo en uno de cada cuatro casos el violador es condenado.
A lo largo de la historia de las
guerras el cuerpo de la mujer ha sido utilizado como un territorio, y se
ha tomado como botín de guerra, ha sido
violado sexualmente de forma sistemática, tratado como un territorio cuerpo- tierra a
fecundizar por el conquistador. Las guerras ya no suceden en el mundo
desarrollado, en el primer mundo, como se quiera llamar. No suceden, y son
invisibilizadas en ese mundo donde todo funciona bien, donde hay dinero para
organizar, proteger y educar a la sociedad, para custodiar que se cumplan los
derechos humanos. Las guerras están en este otro mundo, en el mundo pobre,
injusto, sucio, contaminado, donde los derechos humanos más básicos no son
respetados. Las guerras hoy son invisibilizadas, disimuladas como forma de
“conflictos armados”, “conflictos internos”, etc. Son guerras no
convencionales, de grupos o corporaciones armadas, bandos, maras, patotas,
mafias, fuerzas paraestatales o estatales, mercenarios. En ese entorno, el
cuerpo femenino y el cuerpo feminizado (de niños y adolescentes) es atacado,
violado, agredido y tomado como objeto
de sadismo y crueldad, buscando destruir moral y psicológicamente al cuerpo de
la fracción enemiga, al encargado de custodiar sus posesiones; su tierra, sus
mujeres, sus hijos; como forma de destruir el tejido social, de destruir al
enemigo mediante la humillación y emasculación simbólica. “Los agredidos son
cuerpos frágiles, no son cuerpos guerreros. Por eso manifiestan tan bien, con
su sufrimiento, la expresividad misma de la amenaza truculenta lanzada a toda
la colectividad.”[1] Estas
agresiones cumplen el mandato el mandato de la corporación armada -perteneciente
a una estructura patriarcal, estatal, paraestatal
o privada- que ordena reducir, masacrar moralmente mediante la violación sexual
de la mujer asociada a la fracción antagonista o al niño que no se deja
reclutar o desobedece. Según Segato, estos no son crímenes de motivación
sexual, sino crímenes de guerra, y, de forma eficaz y económica, se sustituye
la batalla de las guerras convencionales por la masacre de las guerras
contemporáneas, que mueven sumas millonarias de capital no declarado y
“blanqueado” que proviene de una interminable serie de negocios ilícitos, y que
pertenece a un universo que produce y administra una riqueza incalculable con
bulto de capital y fuerzas de seguridad propias. Una gigantesca estructura que
atrapa a la propia democracia representativa. Estos crímenes reducen la agresión
al campo de las relaciones que siguen el patrón de género, sexualizan al sujeto
victimizado y lo despolitizan, alejando a la víctima de la posibilidad de una
justicia plena y pública, con la complicidad de un imaginario colectivo en el
que la sexualidad pertenece al orden de lo privado, íntimo y doméstico, y la
ley a la esfera pública.
La resiliencia, más allá de estar
presente en todas las situaciones de resistencia a la que nos enfrenta María
Mascaró en esta obra, está concentrada en la pintura de las Mamushkas, que nos
miran, imperturbables, con ojos morados.
Las Mamushkas o Matrioskas están encerradas en sí mismas, cuidándose, guardando
conocimientos ancestrales. Matrioska era el nombre femenino más popular en
Rusia y proviene del latín "mater" que significa madre. En Rusia las
Matrioskas son símbolo de alegría,
prosperidad y sabiduría También, obviamente, significan fertilidad y maternidad. Acá, nos
muestran otra cualidad; la resiliencia, la capacidad de resistir a lo adverso.
Las mujeres, a partir de su capacidad de reorganización y trabajo por la
creación de tejido social, promueven la fortaleza y la unión de la comunidad,
transmitiendo una producción del entramado social, creando y desarrollando una
importante cultura de la prevención y la solidaridad, que proviene también de
su capacidad de agruparse y apoyarse, de formar una unión especial, una
comunidad que reacciona positivamente ante la adversidad. Por otro lado, cada Mamushka
representa una mujer que engendra a otra mujer, que a su vez engendra otra
mujer, y así sucesivamente. Sería como la representación de la transmisión
cultural matrilineal.
El término resiliencia proviene
de la física, del concepto de resilio: rebotar, resistencia a un golpe, volver
al estado original, recuperar la forma originaria. La resiliencia es entendida
como la capacidad de las personas o grupos para afrontar circunstancias
adversas de la mejor forma posible, y
recuperarse de esa situación.
La capacidad de resiliencia y su
transmisión constituyen una de las fortalezas y habilidades de la mujer. Esta capacidad
de transmisión ayuda a toda la sociedad a investirse en resiliencia, a aumentar
las habilidades de los individuos y de la comunidad y lograr hacer frente de
forma eficaz a las amenazas y descubrir los contextos positivos que puedan
producirse. Los efectos positivos tales como
la unión familiar y el vínculo comunitario, la solidaridad, la tolerancia, la
valoración del apoyo recibido por parte del otro, la empatía, son fundamentales
para la vida en comunidad y el crecimiento personal.
Las mujeres, a causa de las
desigualdades de género vinculadas a los estereotipos vigentes en la sociedad
se han considerado en situación de gran vulnerabilidad frente a cualquier
amenaza a la comunidad o en situaciones de riesgo, han demostrado formar un
colectivo potente con gran capacidad de recuperación, resistencia y prevención,
con un rol positivo y activo en la familia y en la comunidad. Esta capacidad de
resiliencia, de recuperarse de las adversidades de forma rápida y eficaz ha
sido invisibilizada y desperdiciada.
Las mujeres están marginadas en gran medida en
el desarrollo de la política y los procesos de toma de decisiones, y, a pesar
de su vulnerabilidad desarrollan grandes capacidades de superación, como las
tortugas. Las tortugas llevan escudos en su caparazón y con ellos se
protegen, escudos que muchas veces son
destruidos por el hombre provocándoles la muerte. Las mujeres en la India son
¨cazadas¨, violadas e incluso asesinadas para exhibirlas como si fueran un
trofeo. El homenaje de Mascaró a Amanat, expone la increíble resistencia de la
joven brutalmente agredida que sobrellevó el dolor hasta la muerte. El nombre de Amanat, impreso en dorado sobre
una cinta de satén que recuerda las cintas o bandas que acompañan las coronas
florales funerarias, resalta entre los escudos que se exhiben también como
trofeos, escudos formados por fragmentos
coloridos de una vieja colcha tejida por la abuela de la esposa de María, a
crochet o ganchillo, una técnica que remonta sus orígenes a tiempos lejanos e
imprecisos, y que simboliza el trabajo femenino, trabajo que también alude a la
resiliencia, a los roles positivos, a la colaboración de la mujer en las
relaciones y organización de las familias, y por lo tanto, de la comunidad, y a la transmisión cultural matrilineal
representada en un trabajo artesanal que las mujeres heredamos de las abuelas.
Teresa Puppo, noviembre 2014.
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