Uh di
vueltas, terminé algunas tareas fundamentales, ya agendadas y taché los
recordatorios respectivos en el teléfono. Hay días en que, como hoy, me ordeno
y reviso las notas que guardo en la agenda electrónica –con alarma incluida,
offcors- y borro los avisos de tareas que ya realicé, y las que no son taaaan
urgentes quedan agendadas y se eternizan con la orden de “repetir
indefinidamente”. Me acostumbro al timbre con el que le ordené a la agenda que
me molestara para no olvidarme –de la tarea no tan urgente- pero llega un
momento que el aviso diario, insistente –programado por mí, claro, pero eso ya
no importa- me harta, y le doy una orden al maldito –teléfono- para que no me
moleste más con la alarma. No lo borro –al recordatorio- porque pienso que puedo olvidarme eternamente de
la tarea –no tan urgente- pero al tiempo me harto de leer el mismo recordatorio
no tan importante cada vez que voy a la agenda –aunque sea esporádicamente,
como me sucede- y termino borrando la anotación, y como realmente no era
demasiado importante, me olvido de realizar la tarea, me olvido de la razón por
la que agendé un recordatorio y ordené que sonara un aviso para recordarme de no
olvidarme de realizar esa tarea no tan
importante. Lo más probable es que pase un tiempo y todo recomience, con
algunas variaciones, como el agregado de alguna tarea importante. Y también de
alguna no tan importante, o esa misma no tan importante pero muy repetida, así
como su desaparición, y la repetición de todo el ciclo. Con más variantes,
claro. Pero no muy importantes.
Cenamos en lo de Mini Pucci.
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