Me desperté
en Montevideo, había puesto el despertador a las 6 am, ya que necesito un
tiempo para volverme lúcida después de dormir. Había vuelto la noche anterior
con Inés. El velorio comenzaba a las 8 am así que traté de no demorar –aunque
tardé 28 minutos en lograr salir de la cama. Llegué a Martinelli a las 8, en
punto. Increíble, pero tenía que llegar en hora porque el resto de mis hermanos
venía desde Maldonado y no creía que fueran puntuales. Llegaron bastante bien,
una media hora tarde, nada más. El velorio fue como todos los velorios, llegan
tantos y tantísimos amigos y gente querida, y gente que no veía en años, y me
olvidé de a ratos de la muerte para acordarme de la infancia, de la adolescencia,
de tantas cosas. Claro que volvía todo el tiempo a la muerte. Y miraba el
cadáver, y pensaba que era más lindo cuando estaba vivo, lo acaricié y estaba
frío, y pensé que mantenía el perfil de mi hermano aunque estuviera hinchado,
aunque estuviera un poco deforme. Le toqué el cuerpo y no lo encontré, tenía
algo que parecía acolchado y un poco crujente que lo envolvía, debajo de los
tules blancos y ásperos como de sintético que tenía algo fruncidos sobre el
pecho, y que pensé que él hubiera tirado eso a la mierda. Me pregunté si
estaría el cuerpo debajo de todo eso o si estaría solo la cabeza, y el resto
del cajón relleno con guata. Y miré el cajón, y las flores, pensé que por qué
no tenía las manos cruzadas sobre el pecho, como todos los muertos en todos los
cajones, y me pregunté si todo estaba bien, si faltaría algo, y me di cuenta de
que claro, faltaba él. En un momento se me ocurrió empujar el cajón al piso y
empujar las flores, tirar y romper todo, y gritar y llorar, hacer un escándalo
de la puta madre. Me quedé un rato pensando en hacerlo, claro que no en serio,
pero sí me imaginé haciéndolo y también me imaginé la reacción de la gente. Le
saqué unas fotos a Jota, escondiendo un poco la cámara, porque pensé que podía
haber gente que no lo entendiera, y de veras quería las fotos, aunque no quería
violentar a nadie. Después todo fue como es todo, siempre, en los entierros.
Cuando volví a casa dormí como tres horas. Me levanté y leí sobre los indios
ranqueles y la campaña del desierto el resto del día. Busqué información en
Internet.
“Toda pregnancia de uno mismo se gesta en el relacionamiento con el otro.” J.L. Brea
- Teresa Puppo
- La estructura del proyecto se basa en la idea de la autobiografía. Un archivo de eventos fugaces y efímeros, actos cotidianos, relaciones que se forman a partir de fotografías y textos. El individuo necesita el reconocimiento de su diferencia frente a la intención masificadora de la sociedad contemporánea, y es conciente de su existencia a partir de la relación con su entorno, con la comunidad de la que forma parte. La interioridad, la privacidad y la intimidad se exponen en el espacio de lo público. El autorretrato se forma a partir de mi relación con el otro, partiendo de la base de que mi identidad se construye interactuando con ese otro y con la esfera de lo social. La obra, siempre en proceso, se convierte en un work in progress, en una obra abierta e inacabada, que se continuará creando con la acumulación de registros y comentarios de los distintos sujetos de las comunidades de Internet.
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