Llovía cuando me levanté. Siguió
lloviendo casi todo el día. Hasta la tardecita, que refrescó un poco y luego no
llovió más. La tierra y la vegetación, felices. Yo también, pudiendo respirar.
Los cuerpos, agradecidos a la naturaleza.
Ale y yo
cocinamos felijoada. Karin no estaba muy feliz, ese tema del charque no la
convencía nada. Llamé e mi madre a ver si quería venir a cenar con nosotros,
pero estaba con Sofía, Bastian y Wolle, que se quedaron a pasar la noche con
ella y al día siguiente seguían para Montevideo.
Fuimos a
verlos –en especial, a Bastian. El bebé lloraba, extrañaba, demasiado
movimiento y calor para él. Lo acuné y me quedé con él hasta que se durmió. Ternura. Muy feliz de verlo.
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