Así que
llegamos a Madrid agotadas, muertas de sueño. La combinación de Sofi con el
avión que salía para Munich casi no funciona, así que todo fue un terrible
estrés. El aeropuerto no está bien organizado, nadie sabe decirte para donde
tenés que ir y a nadie le importa un pomo. Si encontrás cómo llegar, bien por
ti, y si no, jodete. Los milicos de inmigraciones unos pobres tipos, como si no
fueran los españoles los que están yendo a todas partes del mundo a rogar por
un trabajo. Salimos del aeropuerto aunque Sofía tenía que quedar en tránsito.
Una de las azafatas también, parecía que pensaba que ser europea le otorgaba
algo así como un título nobiliario –que ella valoraba en demasía, por supuesto.
Air europa una cosa roñosa, fea comida, baños sucios, requete machetes. El aire
acondicionado también: o te congelabas al punto de ponerte dos camperas y
bufanda y algo más si hubiera tenido, o te morías de calor.
Por suerte
Sofía, Bastian y yo estábamos con toda la intención de pasarla bien, pese a lo
que sucediera. Así que pasamos bien. Y finalmente Sofi y Bastian se reunieron
con Wolle y yo me fui a El Rastro con Ro y Álvaro, aunque volví a El Molar
temprano porque estaba agotada. Me bañé, me recosté en la cama y me quedé
frita. Cuando ellos volvieron, cenamos juntos, nos pusimos un poco al día.
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